Tu adiós gritó el sabor de los deseos
cuando mis últimas palabras
se desmoronaron en la muerte de la tarde.
El viento arrancó algunas hojas
y los pájaros, solitarios como el miedo,
aletearon tus ojos y dejaron
un silencio sin nubes en tus ojos.
Los lugares donde hubiéramos podido amarnos
se desvanecieron en el aire que batía la ciudad.
Se avejentaron demasiado pronto
las horas de nuestras palabras.
El sol secó los restos del recuerdo
y ha multiplicado la nostalgia
en cada sitio nuestro
donde dejamos la frustrada esperanza
sin pensar que la distancia es dolorosa
como el juego de las manos que nunca se acarician.
Yo regresé a mi cuarto como un niño
en la noche de reyes,
buscando las palabras que no me dijiste.
Pero mi cuarto se volvió silencio.
Augusto Lázaro
@lazarocasas38
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