martes, 20 de noviembre de 2018

POEMA 28


LA MUCHACHA QUE NO ERA

1

Una muchacha está en el aeropuerto de Santiago:
no fuma, no habla mucho, no mira a todas partes.
Parece que sobre sus hombros ha caído el tiempo.
Hasta el aire escasísimo de la sala de espera
la ignora.
Se diría que el llanto que aún no ha derramado
este planeta mínimo
corre por sus cabellos largos, negros,
que es un ala rota o una pata de menos
de algún pájaro preso,
que acaba de morirse en los brazos de alguien.
Nos mueve el golpe de los altavoces
como si se nos escaparan los asientos:
CUBANA DE AVIACION les anuncia la salida
de su vuelo 604 con destino
Guantánamo y Nicaro.

2

La muchacha, pequeña, se encoge en el aire.
Quizás no encontró un solo pedazo
de su nombre en los techos de Santiago.
El avión, enorme para su silencio,
nos deja en cuestión de minutos
en un nuevo aeropuerto.
La muchacha, menuda, no revive en la tierra.

3

Ahora sabe que El viento en la pared no deja huellas,
sabe que Los alucinados no pueden ver el viento,
que todas las estrellas no alcanzan
para abrir la puerta a los Tiempos de sol.
Está sola:
ya no puede amar la casa de sus doce años,
ya no puede escribirle sus Cartas a Ana Frank.
La muchacha es muy débil para tanta nostalgia,
pero toma un taxi
y su rostro se pierde en las arterias de Guantánamo.



La busco entre las manos que se buscan en la tarde,
en cada sitio donde hay árboles,
en un rincón no descubierto de la noche.
Pero la noche de Guantánamo olvidó su risa.
La trepidación del pavimento seco,
las muñecas viejas de las niñas,
las flores amarillas que ya nadie arranca,
olvidaron su risa.

5

Es inútil que converse con Quintín Fernández
y le diga que busquemos, que he visto una muchacha
tal vez "forrada de plumajes",
tal vez "suave como un plumón".
De nada valen las llamadas, las preguntas
a los supuestos familiares,
de nada sirve atravesar las maderas oscuras
del pobre callejón de los Malé.
Y mi brazo no puede atenuar su nostalgia,
y mi tiempo no puede preguntarle si la poesía
es un Juego de damas:
ella es más ágil que todos los intentos,
se desvanece como la ceniza,
se diluye como una sola gota,
como una sola lágrima.

6
Pero no, no era Belkis.
Esa muchacha no era Belkis,
la desconcertada de la búsqueda sin nombre,
la única oportunidad de encuentro,
la incógnita distante.
Y el tiempo tritura las horas del misterio
y las sombras se tragan todo el movimiento
y yo no duermo.

7

Esa muchacha no era Belkis.
En la torre de la iglesia del parque ya no hay nidos
y en los árboles de la avenida sola
ningún pájaro canta.

Augusto Lázaro

@lazarocasas38



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