lunes, 11 de febrero de 2019

ILUSIONES VANAS

Publicado en LA ENVOLVENCIA el viernes, 9 de julio de 2010

PAPELES SON PAPELES

Cuando puso un pie en el aeropuerto de Barajas tenía muchas ilusiones, traía muchos sueños y muchas esperanzas. Como tantos. Había llegado a la tierra prometida, a la Madre Patria, al Primer Mundo. Era un soñador, y con ese viaje pensó que al fin su sueño se haría realidad. Como tantos que pensaron como él. Miró a su alrededor, comenzando a descubrir su nueva patria. Sonrió. Y se dijo: "ahora, a comerme al primer mundo"...

Pero la realidad siempre se impone a la ficción y quien vive de ilusiones muere de desengaños. O agoniza, que es peor. Los refranes casi siempre son certeros y él no era adicto a ellos. Por eso se enfrentó a la incógnita, a lo desconocido, a la aventura de buscar una nueva vida en una tierra nueva.

Y pasó diez años intentando encontrar esa nueva vida, despejar esa incógnita, vencer lo desconocido. Y triunfar, por supuesto. Pero...

En esos diez años tuvo que vivir dedicado casi totalmente a 3 asuntos:

1) hacer gestiones para sobrevivir

2) obtener documentos para seguir sobreviviendo

3) manosear papeles de todo tipo de tamaños, espesores, consistencias, formas y colores, siempre con membretes, cuños y firmas, que fueron engrosando su archivo de visitas, reuniones y entrrevistas con funcionarios públicos con los que tramitaba sus correrías por el mundo de la burocracia. Un mundo que no aparecía en sus sueños...

Diez años, una década, casi nada, de aquí para allá y de allá para acullá, caminando, sudando, subiendo y bajando escaleras en el Metro, entrando y saliendo de oficinas encargadas de mantenerlo activo (como para que no se le encogiera el corazón y le diera un infarto) y en constante movimiento, eliminando la palabra sedentarismo durante esos dos lustros, lo que nunca pudo ejercitar. El se cansaba a veces, pero los funcionarios públicos no: esos no se cansaban de pedirle papeles, documentos, certificados, hagoconstares, comprobaciones, fotocopias, y muchas veces teniendo en sus gavetas o en sus ordenadores los datos que volvían a solicitarle. "Es como para reírse", comentaba con un compañero de desgracias a la salida de una institución obligatoria...

El mejor ejemplo de su lucha contra la estupidez de la burocracia lo tuvo cuando le pidieron un certificado que acreditara la fecha de su llegada al país, certificado que ya había entregado hacía algún tiempo para otra gestión, pero que una funcionaria del MININT le informó que tenía que llevarle uno "actualizado". Chúpate esa, Marcelo. "¿Actualizado?", le preguntó a la funcionaria. "Pero señorita, ¿cómo voy a actualizar mi fecha de llegada a España, si eso no varía? Haga lo que haga y tenga la situación que tenga, la fecha en que llegué a este país va a ser siempre la misma, y esa ya está en sus controles"...

Pero ya lo dijo Hemingway: "no te atrevas a discutir con un imbécil, la gente podría pensar que son dos". Claro, no siempre se trata de un imbécil, lo que sucede es que esos funcionarios cobran sus sueldos gracias a los papeles. Imagínense que nadie pidiera papeles a nadie para nada. ¿Cuántos españoles quedarían en la calle, engrosando aún más la cifra de parados que ya causa pánico? Pues nada, a pedirle papeles a todo el mundo, que ese es su trabajo. A pesar de que mi amigo se preguntaba sin encontrar respuesta: ¿para qué sirven los enormes avances en la tecnología de la computación? Si todos los documentos que piden están registrados en esas pantallitas que ya dentro de poco te vas a encontrar hasta en los baños públicos? Con sólo pulsar una tecla ya tienen hasta los lunares que uno tiene en las nalgas...

Mi amigo no entendía ni hostias, pero quería convertirse en funcionario, ya que en ninguna otra cosa pudo convertirse para ganar un salario más o menos decoroso que le permitiera vivir como Dios manda ( y que parece que nadie obedece). Sí, funcionario público, cinco días semanales laborables muy bien pagados, digan lo que digan los protestones y los huelguistas salvajes o civilizados. Pero pasaron sus movimientos intentones y mameyes verdes. La burocracia es todopoderosa, implacable, indestructible. Pues eso, que acabó admitiendo que los papeles no se acabarían jamás. La última vez que lo vi me dijo que se largaba a otro país en busca de nuevos horizontes. No quise desanimarlo diciéndole que tal vez en ese otro país tendría que enfrentarse a lo mismo, porque eso no lo sé, ya que no vivo en otro país sino en éste, al que conozco muy bien. Nos tomamos nuestro último café, le deseé buena suerte, lo abracé, y me puse a pensar cuántos habrá como él, víctimas de un sistema tan machacador de personas que sólo buscan en sus vidas una estrella que los ilumine y les dé alguna esperanza de encontrar lo que no pudieron encontrar en sus países de origen por obra y gracia de dictaduras repugnantes o situaciones económicas insoportables. Y eso es una espina enorme que millones de seres humanos tienen que llevar clavada en sus desesperanzados corazones, mientras muchos se dan el lujo de despilfarrar dinero público, sobre todo los políticos, que son parte del tumor canceroso que padecen los pueblos...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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