lunes, 30 de marzo de 2020

UNA PEQUEÑA OBRA MAESTRA

AURA

Carlos Fuentes debería haber obtenido el Premio Nobel de Literatura. Este gran escritor mexicano, aunque nacido en Panamá en 1928, ha producido varias obras maestras, entre las que pueden citarse LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ (1962), CAMBIO DE PIEL (1967), TERRA NOSTRA (1975), y una que Alejo Carpentier mencionó entre los tres mejores libros que él había leído en toda su vida: LA REGION MAS TRANSPARENTE (1958). Fuentes escribió, además de novelas, relatos, ensayos y obras de teatro, y fue galardonado con los premios "Rómulo Gallegos" y el "Cervantes" de las letras, entre otros muchos. Es una lástima, por no llamarlo estupidez, que los señores de la Academia Sueca hayan concedido su famoso galardón a muchos autores (y autoras) que están muy por debajo de este excepcional escritor al que sin embargo, no le hace ninguna falta el Nobel para pasar a la Historia como imprescindible en la literarura que realmente vale la pena consumir.

Sin embargo, de Fuentes, cuya obra narrativa he leído en su totalidad, me atrae sobremanera una noveleta (una verdadera joyita) cuyo nombre, desde el momento en que tomé el libro en mis manos, se incrustó en mi memoria para siempre: AURA. El juego con el entrelazamiento de la ilusión, la fantasía y la realidad, que hace Fuentes en esta narración, es comparable a otras fabulaciones que forman un “fuera de serie”, como PEDRO PARAMO, de Juan Rulfo, por sólo citar un ejemplo que también enaltece las letras mexicanas.

¿Qué es AURA? No encuentro respuesta a esta pregunta que tantísimas veces me he hecho. Juan Maguey, que no está muy de acuerdo con mi valoración, me dijo un día, discutiendo sobre la obra, que AURA era un toque mágico que demostraba hasta qué grado de virtuosismo y maestría puede llegar un escritor, dejando a los lectores con la boca abierta y sobre todo con una incógnita difícil de despejar: ¿cuántos personajes hay en la obra? Tomé su observación y he seguido machacando el intríngulis, aunque Juan dejó hace rato de preocuparse por “esos detalles”. Veamos:

Aparentemente, en AURA hay tres personajes:

Felipe Montero, joven maestro e historiador que busca aumentar sus ingresos.
Consuelo Llorente, anciana viuda encerrada en sí misma que pretende remover los escritos de su
difunto marido, fallecido ¡60 años antes!
Aura, sobrina de Consuelo, con unos ojos verdes capaces de enloquecer al joven buscador también de nuevas emociones.
Tres personajes, nada más. Aparentemente...

Leer la novela tantas veces y disfrutarla al máximo me llevó a la semejanza con la obra literaria más famosa de las lenguas hispanas: DON QUIJOTE DE LA MANCHA, por presentarnos a una protagonista que no existe: Dulcinea. Parece que al mexicano le atraía esa idea de crear un personaje que lindara los límites de la fantasía dentro de una irrealidad que se confunde con la realidad mientras el lector va desglosando las ocurrencias con esa ninfa de ojos verdes que no se sabe de dónde sale ni a dónde entra cuando aparece o desaparece de los ojos del joven Montero. Y al final, la pregunta inobviable que le hice a un amigo escritor y que se niega, empecinadamente, a contestar, quizás por temor a lanzarme una respuesta errónea. Aunque quizás sea yo quien pueda lanzar a mis lectores una respuesta errónea, por lo que me atrevo a sugerirles que lean la obra (quienes no la hayan leído) y mediten en el cuestionamiento, porque para dar respuesta a esa inquietud habría siempre 3 opciones:

1) hay 3 personajes: Felipe, Consuelo, y Aura.
2) hay 2 personajes: Felipe y Consuelo.
3) hay un solo personaje: ¿Felipe? ¿Consuelo? Entonces, ¿no existe la protagonista? ¿No existe Aura, como no existió Dulcinea?

En cualquiera de las 3 opciones habría que despejar la solución a la duda: ¿cómo se desarrolla la trama si sólo existe un personaje, o si sólo existen dos, o incluso si existen los tres? Dejo la incógnita en suspenso, porque tampoco pienso dar una opinión que nunca sería totalmente certera... y creo que el mismo Carlos Fuentes, tras tantos años de haber publicado su obra (1962) podría quedarse en ascuas pensando cuántos personajes creó en realidad en su pequeña obra maestra...
Pero les prometo que en una próxima entrada daré mi opinión sobre cómo logré (o así lo creí) descifrar el “misterio” de los personajes “reales” que aparecen en la obra... literariamente.

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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(publicado en La Envolvencia el 28-7-2011)

domingo, 15 de marzo de 2020

DORIAN GRAY: EL AMOR QUE HORRORIZA... O VICEVERSA

DORIAN GRAY: AMOR Y HORROR

Un personaje que se impone por encima del que debería ser el protagonista de la novela de Oscar Wilde EL RETRATO DE DORIAN GRAY (The picture of Dorian Gray, publicada en 1890) me impresionó tanto cuando leí la obra por primera vez en mi plena adolescencia (esperaba encontrar algo terrorífico según me habían contado compañeros de estudios más avezados que yo en lecturas literarias) que estuve a punto de escribir un artículo para el periódico de mi ciudad natal sobre el mismo, que no llegué a escribir nunca, quedándome con esos deseos insatisfechos sin saber por qué no lo hice. Se trata de Lord Henry Wotton, al que pudiera calificarse como una especie de "filósofo cínico" y cuyas sentencias, tan certeras como atrevidas, me enseñaron que en la vida la batalla entre el bien y el mal tiene más o menos un empate técnico en cuanto a ganadores en la contienda.
Las máximas de Lord Henry siempre ponen al lector a pensar. No voy a mencionar sino tres de ellas, porque citarlas todas sería escribir una historia del tabaco en rama que ni yo ni quienes me leen estamos dispuestos a degustar. Por ejemplo, dice el personaje en la citada novela:

"sólo hay una cosa en el mundo peor que hablen de uno... que no hablen"
"la mujer es el triunfo de la materia sobre la mente y el hombre es el triunfo de la mente sobre la moral"
"hay una sola forma de quitarse la tentación que nos angustia: ceder a ella"

Como ven, el tipo se las trae. Pues bien, cuando conoce a Dorian Gray y hace amistad con él, después de corromperlo con su "filososfía de la vida", se entera de que el joven sufre porque cree amar a una joven actriz, muy pobre y muy bella, llamada Sibyl Vane, que está (sí) locamente enamorada del joven bonitillo que no sabe cómo probarla para convencerse de que es cierto que la muchacha lo ama (más tarde se convencería de que en realidad era él quien no sentía amor por ella). Ante la confesión, Lord Henry lo induce a "probar" a su joven enamorada, y le sugiere que la invite a subir a su habitación ella sola, y esperar a ver cómo reaccionaría la inocente Sibyl, con dos posibilidades:
1) ella acude a su habitación: con esta acción demuestra que lo ama, pero a la vez, que es una joven “fácil” que no está mirando mucho el qué dirán ni las apariencias, por lo que su honradez y su decencia pueden ponerse en duda.
2) ella no acude a su habitación: con esta acción demuestra que es una muchacha honrada y decente, y que se cuida de lo que pudiera parecer ante la sociedad, pero a la vez, que realmente no siente amor por Dorian, pues si lo sintiera, acudiría sin pensarlo a donde él la citara.

Dorian está ante la gran incógnita del amor, pues ambas opciones son negativas para él. No voy a contarles nada más de la novela, ni cómo termina la historia de amor del protagonista ni en qué acaba su obsesión por conservarse joven eternamente, ni qué sucede con la joven Sibyl. A los que no la hayan leído, recomiendo que lean esa gran obra de ese gran escritor irlandés que dejó marcas imborrables en la literatura universal por su talento indiscutible, que por supuesto nada tiene que ver con su escandalosa vida privada, lo que siempre ocurre con los grandes creadores, de lo que he hablado en anteriores entradas de este blog.

De donde podemos sacar en conclusión que el amor es algo incomprensible, que se siente, pero que no puede explicarse ni mucho menos entenderse. El mismo autor replantea el asunto en su cuento EL RUISEÑOR Y LA ROSA, cuyo final inesperado y certero dice también lo que podemos (y debemos) esperar del sentimiento más hermoso que puede sentir un ser humano.

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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(publicado en La Envolvencia el 22-7-2011)

lunes, 9 de marzo de 2020

¿HABLAR DEL AMOR?

EL AMOR, ESE DESCONOCIDO

Siempre ha existido la creencia de que la nostalgia, la melancolía, incluso la tristeza, es privativa del otoño, y más del invierno, porque en los atardeceres grises, cuando a las seis ya es casi de noche y está casi oscuro, caen de pronto los recuerdos sobre nuestras cabezas, como recordándonos a su vez que no debemos (no podemos) olvidar aquellas horas (porque siempre fueron horas) de felicidad que logramos vivir, o aquellos días (porque siempre fueron días) de tisteza que muy a nuestro pesar tuvimos que afrontar y tuvimos que vencer para seguir viviendo sin que la nostalgia se insertara en nuestra idiosincrasia de forma permanente... porque la nostalgia de forma permanente... hace daño.
Pero en pleno verano, también cuando la tarde languidece y se empeña en seguir resplandeciendo a pesar de que el reloj marca las 9 de una noche que no lo parece, los recuerdos se presentan de improviso: y con 38 grados a la sombra en la calle, mi cabeza se remonta a los 2 grados al sol del último diciembre, cuando las 2 mujeres que más quería me dijeron que se irían de Madrid: una hacia el norte del país, y otra hacia el otro lado del Atlántico, y esta última para no volver a esta tierra donde no encontró la mejor vida que esperaba encontrar cuando subió al avión allá en su clima, caliente como la piel de sus habitantes. Ante semejante conmoción, no hay tiempo de frío o de calor que se resista a la nostalgia, cuando pienso en ellas y me pregunto qué estarán haciendo mientras yo me asomo a la ventana y sólo veo el verde de los árboles que en esta época cubren casi toda la vista con sus hojas tan vivas que cuando el viento las mece parece que hablan... o quizás que gimen.

¿Por qué -me pregunto entonces- estos seres tan queridos salen de mi vida cuando más los necesito? Y aunque no pretendo pasar por el único sobreviviente a la nostalgia (de seguro que cosas como ésta les suceden a muchísimas personas), tengo que reconocer que la distancia hace daño, mucho daño, cuando no puede suprimirse ni obviarse con ningún conjuro, con ninguna acción práctica, sobre todo cuando se recibe (como recibí en el último invierno) un mensaje tan claro como este día de verano de 2011, con las palabras exactas: "hasta siempre, Augusto de la Torre", mucho más doloroso cuando incluye el apellido, como para hacer su efecto más dramático. Y es entonces que cierro los ojos y me imagino que allá, al otro lado del Atlántico, ella está ahora haciendo cosas, o pensando en hacer cosas que nada tienen que ver conmigo, pues su vida está pletórica en busca de esa felicidad a que tanto derecho tiene por ser como es, "la dulce luz" que un día tuvo la virtud de hacerme la vida agradable como no podré sentirla después de su ausencia...

Y entonces aparece la disyuntiva inevitable: me alegro por ella, me entristezco por mí: ¿altruista o egoísta? ¿En qué consiste realmente el amor? En mi próxima entrega hablaré de una escena clave en la novela EL RETRATO DE DORIAN GRAY que quizás responda (o quizás no) a esta duda sobre cómo amar, si el amor ¿es renuncia o egoísmo?...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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(publicado el 16 de julio de 2011 en La Envolvencia)

lunes, 2 de marzo de 2020

LAS CARTAS QUE TRADUCEN LA VERDAD

EN VERDAD OS DIGO...

Leo una carta que remite Josefina Galán desde Málaga a un diario de circulación nacional, que resumo:

"La iglesia, en 2009, asistió a casi millón y medio de personas en 1,769 centros asistenciales, entre delegaciones de Cáritas, comedores, parroquias, albergues, etc. En el terreno educativo, la iglesia sostuvo 5,347 centros católicos, donde estudió más de un millón y medio de alumnos, que ahorraron al Estado 4,399 millones de euros..."

Y finalizaba Josefina lamentando que nada similar hacen los sindicatos ni los partidos políticos que tanto se proclaman defensores de los pobres y dedicados a servir a los más necesitados.

Quienes me conocen saben que yo no milito en ninguna religión, en ningún partido político, en ninguna organización social, cultural, política, masónica, sindical, etc., siendo, como me considero, una persona independiente hasta donde se puede serlo, que cuando se desea serlo se puede bastante. Pero me da cierto cosquilleo que se ataque tanto a la iglesia (que no ataca tanto a nada ni a nadie) por parte de quienes no son capaces de afrontar los sacrificios de miles de religiosos que en España y en el mundo renuncian a todos los placeres y todo el bienestar existente para ayudar a quienes más necesitan esa ayuda, sin escatimar ningún esfuerzo, ningún peligro, ninguna renuncia a los bienes materiales que tanto atraen a sindicalistas y políticos tan críticos con la institución religiosa.
Estoy seguro de que este mundo sería mucho más feliz con ese espíritu de verdadero sacrificio que tienen tantas monjas, tantos misioneros, tantas personas dedicadas sólo a hacer el bien (porque no tienen el poder de eliminar el mal que prolifera en la Tierra), y sobre todo, a no ganar varios sueldazos astronómicos ni disponer de viviendas, coches, privilegios, etc., de que disponen los políticos engreídos, farsantes y mentirosos que padecemos en España y en otros lugares (por no decir en todos) del planeta, enriqueciéndose a costa de los cándidos que acuden a votarlos en cada nueva cita electoral. Y no hablo de nuestros flamantes sindicatos (o mejor, de la dirigencia de esos grandes sindicatos UGT y CCOO) que son un accesorio de los gobernantes y que sólo están al servicio de éstos, sin importarles una mierda los trabajadores ni mucho menos los parados que casi rozan los 5 millones en nuestro país.

Más valiera que se llenaran la cara de al menos un poco de vergüenza antes de censurar una labor cristiana de ayuda y sacrificio a millones de personas necesitadas, ayuda y sacrificio que ellos, políticos y sindicalistas, están muy lejos de afrontar.

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

elcuiclo.blogspot.com.es

(publicado en La Envolvencia el 10 de julio de 2011)

ENVOLVENCIAS

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