lunes, 31 de diciembre de 2018

LA MUSICA QUE NO PUEDE OLVIDARSE

Post publicado por La Envolvencia el 4 de mayo de 2010 y publicado antes por el periódico Sierra Maestra de Santiago de Cuba:

CUANDO SINDO HA CERRADO LOS OJOS

Aquí vive todo lo viejo. Las calles estrechas huelen al polvo de los siglos. Cada amanecer quema las tejas un pedazo de historia y la ciudad se ensancha en el recuerdo. Y cada tarde. Voy aprisa. Tropiezo con la gente que deja el ritmo de sus piernas en la ondulación de las aceras. Atravieso las paradas donde se reúnen el sudor y la impaciencia. Busco a Sindo. ¿Pero es que este hombrecito se ha perdido en Santiago? Hoy está en la ciudad y yo lo busco hasta donde se pierde el humo de las chimeneas. Yo también me pierdo entre las viejas calles santiagueras, entre sus callejones retorcidos, en sus escalerillas empinadas, en sus horcones que salen de la piedra en las paredes legendarias de la villa que fundó Diego Velázquez hace ya tanto tiempo... La Casa de la Trova: me sonríe el color de Virgilio, me sonríen esos viejos que conversan, beben ron, fuman, y se abrazan al siglo con las cuerdas de sus guitarras tan añejas, tan queridas. No está aquí. Pero ¿dónde? Conozco sus lugares y los devoro como el aire mis gotas de sudor. Me canso. No lo encuentro. La ansiedad me pesa tanto como la cámara alemana que cuelga de mi hombro, desde muy temprano. Por fin la Alameda, el último rincón de la ciudad, derramada en el Caribe tempestuoso que se deja acariciar por el sol de este trópico, siempre caluroso, siempre hospitalario. Un banco. Lástima de corre-corre inútil. Pero... no, no es una ilusión ni un espejismo. Aquella figurita que se mueve tanto... tiene que ser Sindo. Sí, lo es: moviendo su bastón, frente a los barcos que reposan su carga, mirándolo todo con curiosidad por encima de sus espejuelitos redondos...

--¡Sindo! -le grito, asustándolo. Se vuelve, me mira, sonríe. Y me dice:

--¡Mande!

Me acerco muy rápido, le doy un abrazo, lo aprieto, y le digo:

--Usted no puede morirse sin tirarse una foto conmigo.

Sonríe. Le gusta eso y a mí también. Nos sentamos en el banco más solo y él comienza a hablarme de su juventud, "que no quiere dejarme todavía", de aquellos tiempos tan lejos de sus manos arrugadas, de cuando tenía que atravesar a nado la bahía en busca de una jaba de comida, de su inspiración tan sensible que produce una música que puede competir con estas palmas y con la sonrisa de nuestras mujeres que, como él afirma, complementan con su donaire el cielo siempre azul de la isla... de Emiliano Blez, de la trova, de esta ciudad increíble y mágica que acepta y abriga al visitante como a uno más de sus hijos. Después un transeúnte con la camarita y "clic". La despedida. Otro abrazo fuerte y sus manos y el sombrero que se mueve entre los bancos y los adoquines del paseo. Y me alejo. Llevo encima mi sueño...

Pasa el tiempo. Las campanas de las iglesias desgastadas por la lluvia y el sol y los años se llevan la tarde. Queda el gris que envuelve los tejados y convierte las casas en siluetas. Queda el Balcón de Velázquez con sus ojos hundidos en la bahía remota. Quedan las rejas y las anchas fachadas de Heredia. Y la escalera de Padre Pico donde se sienta una mujer que despertó con el siglo a fumarse un tabaco hecho a mano. Pienso en Sindo. Pienso en el cementerio de Bayamo donde el gran cubano pequeñito duerme en su historia de notas... la luz en tus ojos arde... y lo oigo sacar de su guitarra estos recuerdos... si los abres amanece... y esta tristeza... y si los cierras parece / que va muriendo la tarde...

La tarde ha muerto cuando Sindo ha cerrado sus ojos. Y cuando yo no cuento con el triunfo de su imagen a mi lado: la foto no salió...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

miércoles, 26 de diciembre de 2018

POEMA 34


DISNEYLANDIA




Vamos, hijo, a visitar a Disneylandia.

Vamos a conocer ese gran sueño de los niños:

Mickey no correrá con miedo cuando tú te acerques,

Donald jugará contigo

y comerá unos granos de maíz

en tus pequeñas manos,

Bambi te enseñará a temer al hombre.

Ya no te queda otro refugio:

ya tu mamá no existe.



Augusto Lázaro


@lazarocasas38

lunes, 24 de diciembre de 2018

DOMINGOS... ¿SIEMPRE LA NOSTALGIA?

DOMINGOS: ¿DIAS DISTINTOS?

Una amiga que no desea que publique su nombre me preguntó:
--¿Tú te sientes nostálgico sólo los domingos?
Y me puse a pensar. Pues no, sentirse nostálgico es un estado de ánimo que no está sujeto a ningún calendario ni a un determinado horario. Se lo dije. Y volvió a preguntarme:
--¿Y por qué escribes entonces tus nostalgias los domingos?
Y me puse a pensar otra vez. Me di cuenta de que yo escribía esos textos digamos que nostálgicos ese día de la semana, acompañados siempre de un poema igualmente nostálgico porque me era más cómodo y porque los domingos me quedo en casa todo el día y me da por pensar, por recordar, y como dice mi amiga, por ponerme "nostálgico".
--Pero a partir de ahora -le dije- voy a escribir cualquier día, cuando lo desee, sobre eso que dijo  Cortázar: "todo lo que se escribe hoy y que vale la pena leer está orientado hacia la nostalgia", lo que yo no creo, porque 1) Cortázar lo escribió hace casi medio siglo, y 2) yo leo diariamente cosas que vale la pena leer que no tienen que ver con ese estado de ánimo.
--¿Eso quiere decir -y siguió preguntando mi amiga- que podré leer tus nostalgias cualquier día de la semana?
Me sonreí y la dejé en suspenso, porque ahora yo mismo no sé cuándo voy a escribir esos textos que me hacen volar la imaginación y remontarme al recuerdo de un pasado que no volveré a vivir. Y que quizás por eso me guste recordarlo tanto, añorando lo que de bueno fue, y porque soy de los pocos que confiesan que si pudiera vivir otra vez, todo lo haría distinto.
Y hablando del tiempo, el cubano Pedro López Cerviño escribió un micropoema que define sintéticamente la importancia del reloj, ese aparatico que jamás detiene sus incontenibles agujas:

MEDIANOCHE

Hace un minuto era
demasiado tarde.
Dentro de un minuto será
demasiado temprano.

Y esto me hace acordarme de otro poema que leí de niño que describe la importancia del tiempo, en este caso en función del amor, o viceversa, que también magistralmente nos trasmite cómo ese sentimiento es capaz de un viraje total como respuesta a algo que sucede en un espacio de tiempo corto o largo:

LOS DOS MIEDOS

Al comenzar la noche de aquel día,
ella, lejos de mí,
¿por qué te acercas tanto?, me decía,
¡tengo miedo de ti!
Y después que la noche hubo pasado,
dijo, cerca de mí:
¿por qué te alejas tanto de mi lado?
¡Tengo miedo sin ti!

Siempre la poesía ha sido buena compañera de viaje del amor. Y estas dos muestras son un claro ejemplo, aunque la primera no especifique directamente su relación entre ambos. En cualquier caso, amor y poesía cazan tan bien como mujer y mar, por citar un ejemplo digamos literario que enaltece la importancia que para nuestra vida tienen esos tres elementos: mujer, amor y tiempo. Dejemos al mar para otros empeños también literarios que compensarán su ausencia en un día como hoy, que no es domingo, y que aparentemente carece de nostalgia.
Pero la nostalgia se empeña en recordarnos que no podemos renunciar a ella, porque sería como renunciar a lo mejor de nuestros sentimientos, y como dijo una palmera (de Palma Soriano, en Cuba) que solía extasiarse en su casa donde la soledad a veces hasta podía oírse,
"es tan dulce la melancolía que da gusto sentirla".
--Oye, Tere -le dije con un guiño cómplice-, tampoco así, que no hay que exagerar.
Pero Tere, a quien sólo le gustaba que la llamaran Teresita, se empeñó en su tosudez y continuó disfrutando de su melancolía, que no era dominical sino diaria, y como dice el refrán que "cada loco con su tema", me fui de su casa convencido de que lo que importa es que una persona se sienta feliz, lo mismo contemplando peces de colores que asistiendo a un partido de béisbol. Y antes de marcharme se lo dije:
--Está bien, si te sientes feliz con tu melancolía, disfrútala, niña, que la vida es corta y el sufrimiento es largo...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

miércoles, 19 de diciembre de 2018

POEMA 33


SEIS PINCELES PARA AMELIA

a la gran pintora cubana Amelia Peláez



1

Amelia no es pequeña ni peluda ni suave

como Platero, no. Pero es azul

como una noche de Helsinki.

2

El aliento de las horas

bate sus alas

que se me escapan en un vuelo tenso

con los rizos de espuma de la tarde

y se confunden con mis lágrimas.

3

Su ritmo se distrae

en el horizonte de este trópico

y en la turbonada del Atlántico,

entre sirenas y madréporas, corales y pelícanos,

y vuela alto alto

llevándose el olor de los geranios,

mimbres, cerámicas y ánforas,

y convierte la brisa en un pincel

que entre nubes fabrica una tarde.

4

Su cabello es un asombro de plata que refleja

la luz débil, desciende en la noche

y esparce una a una sus cuentas.

5

El color se alimenta de su patio:

bebe sus flores, devora sus adornos,

enjuaga sus pinceles y su cielo muerto.

La escalera de geranios se escapa

de la quietud del pasillo de mimbre.

Las copas de sus ánforas disuelven el taller

y las jaulas ajenas al trino

no pueden tragarse la luz de la calle.

6

Hay un perfume azul que no la baña

y hay una gota que no se distrae:

tal parece que Amelia se ha escondido

en la tarde...



Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 17 de diciembre de 2018

NOBEL DISCRIMINATORIO

EL NOBEL INNOBLE

No es de extrañar que la desprestigiada academia sueca (o noruega) conceda sus flamantes premios a personas que están muy lejos de merecerlos, por distintos motivos. Uno de esos casos es el Premio Nobel de la Paz concedido al Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que puede ser muy honrado, honesto, decente, y otros adjetivos que le aplican personas que conozco y que son dignas de respeto, pero que es el hombre que mantuvo la mayor cantidad de tropas desplegadas en todo el planeta, y dos guerras inútiles (una de ellas de donde quizás tuvo que salir como de Viet Nam, para dolor y vergüenza de millones de norteamericanos que al igual que yo no las comprendieron) donde murieron a diario soldados y civiles, con la justificación ridícula de que "el fin justifica los medios". Pues eso. La historia de esa institución dice muy poco del respeto que no se ha ganado y de la dignidad que debería primar al conceder esos galardones, lo que no ha sucedido desde que comenzaron a concederse en 1900.

Basta un solo ejemplo para desacreditar el improbable prestigio de esa institución: la injustificable injusticia de no conceder el Premio de Literatura a León Tolstói, uno de los realmente grandes genios literarios de todos los tiempos, que produjo, entre otras, dos obras no sólo inmortales, sino ejemplos de una literatura con los atributos imprescindibles para hacerla grande: calidad, valor, estética, de los que estamos cada día más huérfanos con esa avalancha mercantil de los llamados best sellers que sólo sirven para entretener el ocio de quienes se conforman con algo que esté más o menos "bien escrito", o aparentemente bien traducido, que es más fácil aún.

Jean Paul Sartre, ese viejo zorro izquierdista francés, pero sin dudas un hombre que sabía lo que hablaba cuando hablaba de literatura, dijo que La guerra y la paz era "la novela más grande del siglo XIX", opinión que, aunque a algunos le pese, hay que tener en cuenta. Yo, que sólo soy un lector desde mis primeros 5 años (mi padre me enseñó a leer antes de ir a la primaria), me he pasado la vida (mi ya larga vida) leyendo grandes obras de la literatura universal y he encontrado muy pocas, demasiado pocas obras a la altura de La guerra y la paz y Ana Karenina, y no son las únicas obras maestras del gran ruso, novelas comparables a otras grandes obras literarias como La montaña mágica, Doctor Faustus, El siglo de las luces, Rayuela, El amor en los tiempos del cólera, El viejo y el mar, Pedro Páramo, Gran Sertón, y muy pocas más. Sin embargo, la Academia de los Nobels ignoró a Tolstói, demostrando con esa pifia imperdonable su precaria capacidad de crítica y su endeble cuestionamiento para otorgar el Premio a quien de verdad lo merecía.

No hay más que comparar (aunque no admite comparación alguna) la obra de Tolstói con los primeros 10 premiados del Nobel, cuando todavía el gran viejo estaba vivo. Me atrevo a afirmar que esa lista la forman nombres que han sido olvidados con los años mientras el viejo insigne continúa viviendo cada día más y sus obras se conocen en todo el Universo. Y pregunto: ¿quién conoce a esos absurdos premiados por encima de Tolstói?

1901 S. Prudhomme FRA
1902 T. Mommsen ALE
1903 B. Bjornson NOR
1904 J. Echegaray ESP
1905 H. Sienkiewicz POL
1906 G. Carducci ITA
1907 R. Kipling ING
1908 R. Eucken ALE
1909 S. Lagerlöf SUE
1910 P. von Heyse ALE

Todos, por supuesto, europeos, y salvo las excepciones de Carducci y Kipling, todos muy poco conocidos o totalmente desconocidos, y sobre todo ignorados en las instituciones culturales de nuestra época, donde no se ignora, sino que se recuerda y se estudia la obra del autor de Resurrección.

Por eso no es de extrañar la concesión del Premio Nobel de la Paz a Obama. Y esos que no conocen muy a fondo los entresijos de la Academia, podrían consultar, mejor leer la obra EL PREMIO NOBEL, de Irving Wallace, que a pesar de sus limitaciones y desaciertos es sin dudas la que hasta ahora ayuda más y mejor a conocer la verdad de la institución encargada de conceder esos premios, parecidos a nuestros "Príncipe de Asturias", que también tienen su lado oscuro que no quiero comentar ahora.

Augusto Lázaro

**************
A quienes no hayan leído la novela citada Pedro Páramo y sientan interés por conocerla, les recomiendo que primero lean la selección de los 15 cuentos que publicó su autor, Juan Rulfo, con diversos títulos como el de la edición cubana: El llano en llamas. Encontrarán en su lectura un rato de infinito placer al enfrentarse a lo más refinado de la literatura del siglo XX en idioma castellano.

*********
En cuanto a la obra de Wallace, resulta imprescindible para conocer, opinar y juzgar a la Academia Sueca (y la Noruega) que concede anualmente los Premios Nobel en 5 distintas ramas de la ciencia, la sociedad y la cultura.

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

miércoles, 12 de diciembre de 2018

FUERZAS VIGILANTES


LOS SOLDADOS

Los soldados son duros personajes de esta epopeya nueva:
manchan el verdeolivo de rojo o de cansancio
y despedazan todas las conjuras
de los enemigos
y no temen (ni quieren) el horror del tercer hongo.
Más allá del último rincón de la penumbra
hay un ojo colgando que vigila
mientras la ciudad descansa su ojo de fragua.

Los soldados llenan sus pulmones con el polvo
de todos los caminos.
Sus pupilas siempre buscan la ola más distante,
la nube más remota.
Su tálamo es la hierba húmeda y su música
el agudo chillido de los grillos.
Más allá de las rocas hay una sonrisa
que los añora, lejos,
mientras el día y la noche se unen muchas veces.

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 10 de diciembre de 2018

ELLA EN ELTIEMPO

LA MUCHACHA DE MORATALAZ

Era una niña normal: le gustaba jugar con sus amiguitas del barrio y del colegio. Le gustaba caminar descalza, saltar la suiza, retozar. Le gustaba tomar helados, comer mariquitas, ver los dibujos animados en la televisión. Le gustaba vivir... Llegó a Madrid cuando aún no asistía a la primaria. Sus padres se trasladaron desde Monforte de Lemos a la capital, donde la niña se dejó vislumbrar por un mundo de color y movimiento que en su incipiente imaginación no había aparecido nunca. Era hija única: nunca supo cómo es el cariño de un hermano, de una hermana, y siempre tuvo esa añoranza inalcanzable, pues su madre no pudo quedar otra vez embarazada. Y ella no podía saber, a tan temprana edad, que cuando alcanzara la edad de una mujer no podría tener hijos... porque era estéril.
Era una alumna disciplinada que nunca causó problemas en su escuela. Le gustaba estudiar, pasear por la ciudad, respirar el olor de las hojas de El Retiro, irse de excursión con sus amigas, ir al cine, entrar en librerías y tiendas, y de vez en cuando comprarse alguna ropa. Era una muchacha normal. Y creció saludable, con una sonrisa que quienes la conocían exclamaban que aquella sonrisa era como un arcoíris perdido en las montañas de la Sierra. O algo así. Y esas cosas la hacían sonreír.
Tenía unos dientes preciosos, y su mirada no inspiraba otra cosa que una gran confianza. A veces dejaba escapar un ex-abrupto, pues tenía su carácter que podía explotar cuando menos se lo esperaban sus seres más cercanos. Estudió y se graduó, y comenzó a trabajar, sin otra aspiración que formar un hogar y tener varios hijos, porque los niños le encantaban. Y le encantaron mucho más cuando supo la terrible verdad. Sus padres quisieron animarla:

--Mira, hija, siempre puedes adoptar un niño, no hay que amargarse por eso.

Ella callaba, guardándose el dolor de su esterilidad, continuando su vida normal, confiando en que algún día podría sentarse en una mecedora con su hijo cargado, haciéndole cosquillas para verlo sonreír. Así era su vida normal. Hasta que sucedió. Tan de repente que ni siquiera tuvo tiempo para comprender que su vida cambiaría radicalmente.

Regresaba con sus padres de unas vacaciones en Monforte cuando ocurrió el accidente: el coche desvió su dirección y se despeñó por un desvío, estrellándose muchos metros abajo. Su padre falleció instantáneamente. Su madre quedó paralítica. Ella salió ilesa, milagrosamente, en su asiento trasero, con un shock del que tardó mucho tiempo en salir. Tras la recuperación su madre quedó condenada a una silla de ruedas de por vida, con la única atención que ella podía brindarle, pues en Madrid no tenían familia ni a nadie que pudiera encargarse de atenderla permanentemente. Pero desde el día del accidente ya ella no fue la misma. Nunca más fue la misma: dejó de trabajar por un tiempo para atender a su madre, viviendo con la ayuda de uno de sus tíos gallegos, y de los Servicios Sociales de la Comunidad. Dejó de ir a la peluquería, de rizarse el pelo, tan negro y tan largo, de pintarse, de reír. Jamás entró en un coche y no quería viajar en ningún tipo de vehículo. Perdió algunos kilos y nunca volvió a tirarse fotos, bajo ningún concepto.

Yo la conocí después del accidente, cuando vivía en ese lugar tan bonito de Madrid donde pasé mis mejores años de estancia en la ciudad. Ella siempre estaba triste, pero mi perseverancia logró que al fin sonriera otra vez.

--Vamos, que tu sonrisa me llena de alivio, así mis problemas se hacen más llevaderos.

Pero no volvió a ser como antes. Tengo una foto suya de antes del día fatal pegada en la pared de mi habitación. No le gusta que se la enseñe a nadie, ni que le hable de ella a nadie, ni que le cuente nada de su vida a ninguna persona, por mucha confianza que tenga con ella. Parece que teme que le tomen lástima, un sentimiento que no podría soportar, aunque trato de hacerle ver que sólo son sus imaginaciones y que nadie le va a coger lástima.

Aquella era la muchacha de Moratalaz. Ahora ya no es una muchacha, sino una mujer, joven todavía, con deseos de vivir y de sentir la vida a plenitud, aunque me confiesa que nunca podrá olvidarse de aquel día, y que todas las noches, antes de quedarse dormida, piensa y rememora la tragedia que la sigue maltratando, y que de vez en cuando padece pesadillas en las que se repite, mecánicamente, lo ocurrido, como si de nuevo lo estuviera viviendo...

Pero hoy he querido hablar de ti. Sé que me vas a leer, aunque nadie más sabrá que hablo de ti, y enviarte este poema mío que es tan tuyo, con mi agradecimiento infinito, porque haberte encontrado en mis últimos años ha sido algo tan bello que vale la pena cualquier adversidad que tengamos que enfrentar los dos juntos. Porque créeme, querida niña, la vida puede ser hermosa todavía...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

jueves, 6 de diciembre de 2018

POEMA 31


SI, MAESTRO, LO QUEREMOS MUCHO

a Gonzalo Roig

Maestro:
no me pregunte
por qué Cecilia está más triste
que esta noche
en que usted nos ha dejado sólamente
el peso de su ausencia.
Déjeme guardarme esta pena remota,
déjeme llorar alguna de sus páginas
y no librarme de sus ojos,
porque es verdad, maestro:
cuando se quiere de veras
ni una sola lágrima se pierde,
ni una sola.

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

lunes, 3 de diciembre de 2018

DEL GIMNASIO A LA ESCUPIDERA

LINTERNA EN EL GIMNASIO

--Pero, señor Diógenes, ¿qué diablos hace usted aquí con esa linterna a media mañana?
--¡Ah! Pues como siempre, hijo, buscando, siempre buscando.
--¿Buscando? ¿Buscando qué? Porque no me va a decir que todavía sigue usted con esa matraquilla de buscar un hombre. ¿No ha superado ese desatino histórico suyo?
--Hijo, con la edad es difícil superar muchas cosas.
--¿Y entonces?
--Pues nada, que ahora estoy buscando un político que no sea corrupto.
--Perdone, pero es usted ingenuo, porque no conozco a ningún político que no sea corrupto.
--Alguno habrá... y a ése tengo que encontrarlo, aunque sea lo último que haga en mi ya larga vida.
--Y suponiendo que lo encontrara... ¿qué iba a hacer con él?
--Está más claro que un día sin nubes, hijo: ponerlo de presidente a ver si arregla este potaje.
--Pues oiga, con todo respeto, señor Diógenes, los políticos no pueden ser honrados como usted cree que puede encontrar algunos. Y si me permite, le explico por qué.
--Soy todo oídos, hijo. A ver, desembucha.
--Pues oiga. No pueden ser honrados, porque lo que persiguen los políticos es:
1) ganar bastante pasta y vivir como jerarcas en espacios que rebasan los mil metros cuadrados.
2) prometer todo lo prometible y calidad suprema (como los turrones de La Viuda) de vida si son elegidos para posar sus traseros en las instituciones correspondientes (Congreso, Senado,  Comunidades, Ayuntamientos, etc.).
3) no cumplir nada de lo que prometieron antes de ser elegidos.
4) salir en periódicos, revistas, suplementos, la radio, la televisión, etc., figurando en otro estilo de famoseo, quizás menos chusma que el rosa, pero igual de sandio, y ganarse la fama que los ayude a ganar la fortuna que tan pronto toman posesión de sus cargos empiezan a amasar.
5) insultarse unos a otros, echándose la culpa de todo mutuamente, haciendo el paripé de que son los más veraces, los más esforzados, los mejores de la historia, y que los adversarios son los peores, etc.
--Pero... ¿y el pueblo?
--Pero señor Diógenes... ¿usted cree que los políticos se acuerdan del pueblo?
--Pero hijo mío, qué descreído eres. Claro que se acuerdan, no todos son así como me los has pintado.
--Ya veo que está usted, como se dice, detrás del palo.
--Traduce, hijo, que ya sabes que un viejo se mantiene al margen de la modernidad.
--Mire, mejor no hablamos de eso, porque usted está buscando un imposible y yo lo que veo es que su nueva decepción va a ser mayor a la que sufrió cuando no encontró aquel hombre que andaba buscando con su famosa linterna. Por cierto, veo que alumbra, se ve que es de las buenas, de marca, vamos.
--Pues sí, la compré hace unos días, porque la que traía alumbraba menos que una cerilla.
--En fin, que siga usted buscando, va y encuentra algún político honrado, que como dice y cree ud, alguno habrá, o quizás hasta varios, pero con lo que está cayendo y con el espectáculo que nos están dando, dudo mucho que haya tantos como se supone que debería haber. ¿No lee usted los periódicos, no ve la televisión?
--No, hijo, ya no tengo disposición, la vista me falla, y estoy cansado. Los periódicos publican lo que los jefes quieren que se publique, y la televisión sólo muestra desgracias, tragedias, tonterías, y ya yo no estoy para ver y oír tantas barbaridades.
--Tiene mucha razón. Mire, lo invito a tomarnos un cafecito ahí en la esquina, ya verá cómo se siente con más ánimos y hasta quizás abandona esa idea peregrina que lo está atormentando. Ande, vamos, anímese... y olvídese de los políticos. Haga como ellos, que se olvidan de nosotros los pobres mortales... Venga, vamos por ese cafecito...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

ENVOLVENCIAS

 1 Ahora que los virus están de moda: fue un virus (de la peste negra o bubónica) el culpable de la muerte de los amantes de Verona. La hist...