lunes, 1 de octubre de 2018

TORMENTA SIN DESIERTO

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Despertarse y pensar, así comienza la rutina o la monotonía o como algún listillo quiera llamarla. Ya no me preocupo por nada en su totalidad abarcadora. En realidad, nunca me he preocupado por mucho, pero en los últimos meses (por no decir años) me he dado cuenta de la inutilidad de la virtud, y que me perdone el Maestro que en su ISMAELILLO decía tener fe en ella. Leyendo en Internet los periódicos del día como pos-desayuno sólo veo desgracias, injusticias, violencia, sangre, muerte por todos lados, y los dueños del poder se limitan a repetir unas palabras que llevo décadas oyendo o leyendo: "para que hechos como éste no se repitan". Pero lo que más me molesta es que los dueños del poder nos tomen por idiotas, y quizás tengan razón y lo somos realmente, aunque algunos se den el lujo megalománico de alardear de que han leído (completo) el Quijote y de que hablan 5 idiomas. El caso es que la vida sigue como la canción de Julio Iglesias, y de que leyendo libros como el mismo Quijote, La Ilíada, o el más cercano Buscón de Quevedo, cualquiera se da cuenta, aunque sea idiota por oficio, de que por mucho que entreguemos nuestras vidas a tan bellas causas como esas nuevas madres Teresa que no conocen el teléfono de la esperanza, nuestra lucha será inútil, pues desde que abrí los ojos a los pocos días de llegar a este "mejor de los mundos posibles", la "cosa" sigue igual que en el año en que nací, y sólo hemos avanzado quizás demasiado en la técnica y la informática, ya que hoy lo único que diferencia a los jóvenes de los de antaño es ese aparatico que llevan y que más fácil les falta la cabeza que su idolatrado móvil con -por supuesto- whatsapp incluido que usan y usan sin apenas respirar. En fin, eso es lo que hay y así tenemos que asumirlo.

2

Mi amigo P está pasando una etapa difícil. Por eso, acudió a su centro de servicios sociales a gestionar un comedor que al menos le aliviara económicamente tantos gastos inevitables. De allí lo enviaron a la calle Agustín de Foxá, donde radica uno de esos centros de atención a personas necesitadas. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando le dijeron que le habian tomado el pelo, pues allí no tenían nada que ver con comedores sociales, que fuera a la calle Manuel de Falla, que es donde atendían esas solicitudes. Y allí fue, ya algo cansado, pues es un hombre mayorcito y como tal se cansa. Pero mameyes verdes: le informaron que tenía que ir a la calle Cedaceros, donde podía solicitar el ansiado comedor. Casi sin poder, se presentó en Cedaceros, donde la plantearon que allí no atendían nada que se pareciera a comedores sociales, que eso era en... ¡asómbrense!... Agustín de Foxá. Milagrosamente no le dio un infarto al bueno e inocente de P con tal noticia. Entonces, como ya no tenía fuerzas para caminar, le envió un correo a su centro de servicios contándole su odisea, a ver qué le respondían. Y ahí está P con su desgracia a cuestas, soportando los latigazos de la burrocracia que golpea impíamente a quienes precisamente debía facilitar este tipo de gestiones, que para eso les pagan a sus empleados, que por cierto, son bastantes. En fin otra vez, que esto sólo puede entenderlo Samuel Beckett, porque yo, la verdad, confieso que cada vez entiendo menos los entretelones de la Administración del Estado... de España, por supuesto, que es el país del que hablo...

Augusto Lázaro

@lazarocasas38

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