...conoces a una muchacha que desde que la ves te cae bien, la encuentras agradable, sincera, y te inspira confianza. Tienes con ella varios encuentros por razones oficiales, de corta duración, pero te vas acostumbrando a disfrutar de esos pequeños pedacitos de tiempo junto a ella. Hasta que un día se celebra el último encuentro, pues el asunto que te llevó a conocerla ha terminado y ya no tienes que acudir más a su oficina. Y sales de allí con esa especie de melancolía de tarde gris, repitiéndote para tus adentros: "ya no la voy a ver más". Y entonces, la nostalgia...
inevitable
Intento no pensar en eso, pero es difícil sustraerse a una idea que aparece en cualquier manifestación humana. Lo peor no es que suceda, lo peor es que suceda y deje las secuelas que suele dejar en quienes intentan un amago del fin: quedar como guiñapos que tienen que valerse de adminículos sofisticados para hacer los pocos movimientos que podrán hacer los sobrevivientes. Y eso sería insoportable. Por supuesto, estoy hablando de la muerte, algo de lo que ningún ser humano podrá librarse jamás...
mamá
Barbarito Diez, del que mi madre decía que era "la persona más decente que he conocido" es posiblemente el mejor cantante en la historia de la música cubana. Mi madre tenía colgada una foto suya encima del radiecito donde cada tarde oía (oíamos) un prorama con sus bellas canciones, siempre acompañado por la orquesta de Antonio María Romeu, canciones que ella (mi madre) decía, a pesar de pasar de las 500, que no tenían una sola grosería, nada de mal gusto, en la voz que nos hacía más placenteras las tardes pinareñas en la Cuba que fue. Hoy los recuerdo (a mi madre y a Barbarito) con el cariño que puede conservarse tras tanto tiempo de muertos ambos físicamente... porque en realidad muertos no están ni estarán nunca quienes sólo lograron el mayor éxito que puede lograr un ser humano: hacerse querer...
Augusto Lázaro
@lazarocasas38
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